Oda a la canción

26 Mar

Si yo fuera una canción                                                                                                                                                           Tendría mil interpretaciones,                                                                                                                                 Una por cada día que pasa                                  Y otra hecha con tus emociones.

Dormiría sobre un papel en blanco                                                                                                                                     Esperando a que empiece el rito.                                                                                                                            Listo para contar una historia,                         Listo para ser escrito.

Viviría en otra época,                                                                                                                                                 Donde no importan los años.                                                                                                                                             De boca en boca iría                                        Sin a nadie hacerle daño.

En todas partes me escucharías,                                                                                                                                                En todos lados sería cantado;                                                                                                               Pero, aunque mucho me gustaría,                          No por todos sería amado.

Quizás Dylan me escribiría                                                                                                                                       Y por Lennon sería entonado,                                                                                                                              Tal vez Barrett me pondría música                        Y los Gallagher por cantar se hubieran peleado.

Si de algo estoy seguro                                                                                                                                                Es que por el mundo hubiera viajado.                                                                                                                                  Si yo fuera una canción                             Tú ya me hubieras escuchado.

Así lo quise.

11 Dic

No pienses que el manicomio es mi fin; es mi principio.

Mi cuerpo puede estar atado, pero mi mente tiene rienda suelta.

Así lo quise, asilo busqué.

Nadie es mejor que nadie, ni más importante que nadie, ni más sabio que nadie; todos son igual a todos, paciente por paciente, cama por cama, droga por droga.

Afuera corren con el tiempo; adentro no llevamos cuenta.

Al loco se lo deja hablar, y aquí encontré mi audiencia.

El manicomio es mi refugio porque entre tanto loco soy profeta.

Rey derrocado.

5 Nov

“¡Sáquenlo! ¡Sáquenlo de aquí, no de nuevo!” vociferó el barman, pero ya era muy tarde para tratar de reducir las hormonas que se apoderaban de Lucas cada vez que se le iba la mano con varios pares de traguitos de más, muy aparte de que más de la mitad de los que recibían la noticia lo tomaban como aviso de que el show estaba a punto de empezar. Para ser exactos ya esta era la tercera función del mes, siendo también la más concurrida debido al horario estelar en el que ocurría, un fin de semana perfecto para ahogar las penas y evitar la estupidez humana por una fracción de hora en el local de cerveza más cercano. Resulta que la estupidez humana también concurre los mismos lugares que nosotros de vez en cuando.

Una conversación mal escuchada que incluía un nombre mal entendido fue suficiente para encender en Lucas la búsqueda de su siguiente bolsa de entrenamiento de carne, hueso y principalmente sangre, sangre que Lucas no lavaba de sus nudillos hasta la mañana siguiente para poder hablar de su hazaña con cualquier persona a la cual se cruzara durante su noche victoriosa. La víctima era claramente menor, pero con altura suficiente para desafiar la prepotencia de Lucas. La gente se acomodó circularmente alrededor de los protagonistas del baile, con los ojos danzando de un lado a otro mientras seguían el vaivén de brazos en el aire tan fluidos como el viento mismo. Del aire saltó un puño que Lucas sintió haber observado una eternidad frente a su ojo izquierdo, mientras movía su rostro en la dirección opuesta  y evitaba quedarse tuerto. La respuesta fue un zurdazo directo al estómago, lo que acabó abruptamente el espectáculo de la velada.

El silencio duró aproximadamente tres minutos, momento en el que los aplausos se comenzaron a notar en los tímpanos de Lucas. Nunca había pasado nada parecido. ¡La muchedumbre lo aclamaba! Era el rey de la noche, por lo que no se asombró cuando el barman que tanto se oponía al entretenimiento ofrecido humildemente por Lucas  colocó una corona sobre su cabeza y el honor de tomar las más finas bebidas que la taberna pudiera ofrecer. Su nombre era coreado por todos en unísono, incluso personas que Lucas nunca había visto en los alrededores.

Salió a la calle caminando con una gran caravana que lo seguía. El camino a casa nunca había sido tan satisfactorio. Rostros cruzaban miradas y sonreían con admiración ante la presencia de Lucas. Niños se acercaban a estrechar su mano y desear crecer para emular a su ídolo. Mujeres de toda edad se derretían con su pasar y ofrecían un canto como de sirena, música para los oídos de Lucas. La gente empezaba a bailar al son de la caminata, mientras la ruta se iluminaba a lo largo del paseo tablado.  Fuegos artificiales reventaban sobre la casa de Lucas mientras perros se reunían a aullarle fuera de su puerta mientras la abría para entrar al hogar de un campeón, dejando fuera todo un festival girando en torno suyo.

Todo estaba oscuro. Inusualmente oscuro. La calma llenaba la habitación como nunca lo había hecho. Toda la algarabía de la calle se había enmudecido dentro de las paredes gastadas de la casa de Lucas. Se dirigió directo al baño, con pasos pausados, como si hubiera perdido el ánimo. “Debe ser el cansancio,” pensó Lucas. Se paró frente al espejo y empezó a enjuagarse la cara con desgano y pereza, “todo por el cansancio.” Al secarse la cara se percató de la existencia de una mancha que rodeaba su ojo izquierdo a manera de beso embalsamado. Lucas prosiguió a lavarse la mancha, pero cada vez que se secaba, lo único que hacía la mancha era crecer en magnitud y grosor, cada vez con más fuerza, mas poder, más espacio, más oscuro, más oscuro. El ojo estaba hinchado y Lucas desesperado, muy desesperado, extremadamente desesperado. Observó detenidamente el daño, acercándose lentamente de perfil contra el reflejo sobre el lavamanos. Centímetros de distancia lo separaban de su propio ojo magullado que al parpadear se iba convirtiendo lentamente en un puño cerrado que trataba de quebrar el vidrio de adentro hacia afuera.

Del espejo saltó un puño feroz, tirando a Lucas contra el suelo, con la nuca postrada en el frío de una almohada húmeda y dura como ladrillo, mientras la visión se difuminaba por el forzado cierre de los párpados hinchados y morados que hacían juego con el techo de la clínica que había logrado contemplar antes de sucumbir ante la inconsciencia que la enfermera alimentaba por el suero.

Evaluación mental (final).

10 Oct

No estoy loco.

¿Cómo pueden tener la insensatez de llamarme así sin siquiera echarse una mirada al espejo? Ellos son la definición de locura y la descripción gráfica de la demencia mezclados paradójicamente con nuestro sentido común. ¡La gente debe abrir sus ojos!

No estoy loco.

Crecí viendo a todos sucumbir ante la confusión, como un virus que carcomía hasta el más profundo pensamiento de las mentes más prometedoras. Ellos, los que se dejaron llevar, quedaron en el camino como mártires olvidados; pero yo aún les rezo.

No. Estoy. Loco.

Locos son los que ponen precio hasta a la libertad y los que pagan por tenerla; los que prometen y no cumplen, además de los que votan por ellos; los que comen de las guerras y los que pelean en ellas. Loco es el que está en la música por la plata y más loco aún el que cree que aquí es rentable. Locura lo que nos alimentan todas las mañanas en los periódicos y nos restriegan en las noches con el noticiero.

Pero yo no soy de esos. No intento serlo. Jamás lo seré. Mi cuerpo es, como dije, mío. Mi alma libre y mis ojos atentos. Yo no pido, yo hago. Hago lo que quiera porque estoy consciente de la inconsciencia de los demás. Pero no es suficiente. Nadie escucha y creo que nadie quiere hacerlo. Pero les haré escuchar. Lo único que no me pueden quitar es la voluntad, y mi voluntad de saltar de este edificio no me la cambia nadie. Vine al mundo cuerdo y moriré con cordura, eligiendo mi momento de partir.

En el aire solo pienso una cosa.

No. Estoy loco.

Escritor(es).

2 Oct

La ventana comenzaba a empañarse y la lluvia no parecía tener ganas de descansar. Ahí estaba él, en el mismo lugar que había estado ayer y el día anterior, pensativo, como quien es dueño de las horas y el tiempo perdido, mientras los minutos se marcaban sobre cada arruga de su frente. Zack M. Drensen, un nombre que asegura éxito en la pasta de cualquier libro, es más bien la antítesis del hombre exitoso. Podría pasar como un vagabundo deambulando en las calles de la ciudad mientras cientos de rostros cruzan caminos y ojos perdidos intercambian apatía al son del tráfico y ritmo de las luces de cambio. Tal como vemos en su forma de proceder, nada de sus acciones son premeditadas, como la barba que crece por la pereza de pararse frente al espejo o el poema que redactó mientras su pan se quemaba en la tostadora. No, nunca se preocupa por el qué vendrá; pero vive a la espera del qué pasó, y ¿Qué pasó exactamente para que Zack M. Drensen permanezca inmóvil en su habitación, sin intención alguna de escribir otro millón de dólares?  Déjenme aclarar algo: Drensen lo ha escrito todo, y si no está escrito, de seguro lo ha pensado. Podría tener incluso versículos en la biblia y la gente no lo notaría; claro está, él lo haría notar. Desde el momento en que su pluma hizo contacto con el papel en blanco conoció pueblos que residen en la más remota imaginación de un niño aburrido y excavó historias perdidas de épocas que nadie puede recordar. Operó animales y domesticó personas, siendo lo uno tan complejo como lo otro. Diseñó, construyó y gobernó ideas, algunas más creíbles que otras, pero al fin y al cabo de mano y sudor propio, a puño y letra. Con toda la humildad que esta oración carece, puedo afirmar que Drensen siendo nada pudo serlo todo. ¿Cuál sería el próximo reto entonces? ¿Amor? Ya había tenido suficiente con tres divorcios a su haber. No, necesitaba algo nuevo, algo que lo inspire lo suficiente como para levantarse de la cama, la misma que permanecía desarreglada bajo el farol reventado que había olvidado cambiar por tercera noche consecutiva. Tal vez el titilante foco era lo que lo mantenía acostado, esperando a que se ilumine por completo o cese de funcionar. Si las cosas simples tuvieran sentimiento, quizás el foco podría haber compartido su agonía o podría haber reclamado por su negligente dueño y su manía de prender y apagarlo todas las noches; pero este no es el caso. Es un simple foco. Vino al mundo y se fue sin trascendencia alguna, sin dejar una huella que permanezca en nuestras conciencias. Qué triste sería vivir como un foco, iluminando la vida de hasta las más brillantes mentes de este mundo, pero sin el reconocimiento que un ser inerte de igual manera no puede disfrutar. Justamente, el tipo de vida que Drensen, hasta estos instantes, había estado viviendo. Fue ahí cuando se dio cuenta. Escribiría la obra definitiva de su muy indefinida carrera. Debía exponer su alma ante una audiencia que siempre lo creyó desalmado. De un brinco salió de la cama y terminó frente al monitor. “La gente caerá a mis pies,” pensaba Drensen mientras le abría su corazón a la computadora y empezaba a escribir: “La ventana comenzaba a empañarse y la lluvia no parecía tener ganas de descansar…”

Crisis de escritura.

24 Sep

Javier quería escribir un cuento, pero no encontraba cómo hacerlo. ¿Cuál sería el género? ¿Quién sería el personaje? ¿De dónde sacaría la trama? Tenía idea de cómo empezar todos pero ninguna de cómo acabarlos. Quería un romance sin final feliz. Terror con un final en el que todos mueren. Ficción en donde todo sea creíble. Drama en el que nadie llore. Comedia que te saque lágrimas. Acción que salte de las páginas. Suspenso que haga temblar las manos. Misterio sin resolver. ¡Un sinfín de posibilidades! “Nada, ya está,” pensó Javier, y se fue a dormir, porque soñar no le cuesta a nadie y entretiene a todos.

Encuentros

24 Sep

Tan rápido como llegó, a mitad de la noche desapareció. En un pueblo tan pequeño como éste, tratar de olvidarla es un obstáculo monumentalmente grande. Es como tratar de olvidar el sonido que hacen los perros al ladrar u olvidar usar jabón al bañarse. Su aroma todavía se siente por los corrales a los que solíamos ir por amor, los mismos que ahora me tocan visitar todos los días por trabajo. Es como si hubiera presenciado al mismísimo diablo. Nadie parece recordar su presencia mientras yo sigo con su voz clavada en mis tímpanos. Tres encuentros que fueron tan cortos pero a la vez tan largos. Recordarlos en mis sueños es tan claro como ver una película en el cine. Lo recuerdo como si estuviera pasando todo en este momento, como si tuviera que revivir la experiencia con cada palabra que sale de mi boca. Un oficio tan sencillo como el de cuidar caballos de repente se tornó en un infierno en la tierra con la llegada de tan hermosa tentación. Ella fue la que se acercó a mí. Tan ágil como el viento al cruzar entre su pelo, se movía con cautela sabiendo que mis ojos estaban clavados en belleza natural. Sin darme cuenta estábamos ya tan cerca que podíamos juntar nuestras manos y hablarnos al oído. Era la sensación más grande que había sentido en mucho tiempo, y mi instinto me obligó a seguir. Estuve hipnotizado solo Dios sabe por cuánto tiempo. Tanto que al abrir mis ojos y darme cuenta que me encontraba durmiendo sobre una trampa ya estaba una lágrima corriendo por mi mejilla. Si pudiera cambiar la historia no dudaría en hacerlo y rogaría quedarme esta película en mi mente para revivirla cada vez que lo desee sin el dolor que causa en mi corazón. Sería tan sólo un espectador más del show, deseando ser el protagonista. A veces, solo así podemos seguir adelante.